He visto sufrir a la mayoría de personas por el amor, el 80% termina echándose la culpa de que no haya funcionado; el 19.9% vive para complacer a su pareja, elige la comida por ella, se viste para agradarle a ella y hasta incluso cambia la forma de pensar por ella. Al final, yo siempre observo desde afuera del lío, me repito que no seré como ellos, que tengo ser parte del 0.1% que aún sigue cuerdo, pero entonces recuerdo el fino tacto de los labios sobre los míos y todo cambia.
En mi vida me he enamorado sólo 2 veces, las otras 4 fueron gustos demasiado fuertes; bueno, quizá tan solo fueron calentones, como los llama una amiga mía, de todas formas, no lo sé, no he vivido lo suficiente como para sacar una conclusión concreta. Sigo aprendiendo a amar. En esas 6 veces he escuchado distintas formas de decir "te amo", las primeras 5 veces terminé la relación a los pocos días, no me sentía capaz de responder a esa palabra, tenía la certeza de que lo hacían solo por quedar bien conmigo, o quizá lo decían de verdad. Sí, lo sé, desconfío demasiado de las demás personas, ¿o es que quizá desconfiaba de mi corazón? A decir verdad, ahora que me pongo a analizar, tenía miedo de responder "yo también" por la razón simple de que le temo al amor, temo que invada cada espacio de mi cuerpo, de que esa sensación me llene de alegría; y también tengo miedo a caer, de volar demasiado alto y que cuando todo termine (porque todo tiene un final), me duela demasiado, escuchar una respuesta que pudiera dañar mi amor. Forjé mi propia barrera para no enamorarme.
Al parecer, hace 5 meses, 4 días y unas 2 horas esa barrera se rompió, alguien penetró en ella y no muestra el más mínimo interés en salir (ni yo por sacarlo de ahí). Es un amor que crece en mí y no sé cómo esconderlo, se camufla entre mis sueños, en mis pensamientos cuando se supone que pienso en la nada y se cola entre frases y palabras que no deberían tenerlo presente. Desde que lo conocí experimenté un momento de ansiedad, un deseo de que pase todo el día para que llegara la noche y puediera encontrarlo. Entonces se presentaba sobre las 11, se presentaba como todas las veces, sabiendo cómo terminaríamos, cómo terminaría yo, se presentaba ignorando lo que nacía poco a poco. Aprendí un exquisito arte: intentar controlar lo incontrolable.
-Prefiero no responder-
-¿Sí o no?-
-Te abrirás,¿de acuerdo?-
-Haz lo que quieras, yo te amaré hasta el fin de mis días-
-Ábrete...-
-¿Sí o no?-
-Sí, sin dudarlo, para siempre-