lunes, 13 de febrero de 2012

El millor dia sempre

Me he puesto a pensar muchas cosas, cosas que quizá a veces no tienen sentido y probablemente a nadie le importe pero las cosas se ven de distintos puntos de vista. Hace unos días estuve pensando en las cosas que me pasan, en las cosas que suceden a otros y otros más que no conozco. Quizá es cierto que la gente cambia, que todos tenemos un punto filosófico que raras veces sacamos, y creo, este es mi momento filosófico.

Hemos visto gente llorar, gente morir, día a día salen en las noticias, siempre hay problemas en este mundo, no porque nosotros los hagamos (algunos sí) pero tampoco es razón de echar la culpa a otros; basta respirar el mismo aire para decir que sí es nuestro problema, necesariamente.

Ha estado lloviendo, y como yo acostumbro a hacer cuando llueve, pensar un poco. Canciones de Mac Miller, algunas otras de Reik, un par de Camila, Michael Jackson, Mago de Oz y de más. Tengo un repertorio amplio. Veía a la gente caminar con prisas, cubriéndose con lo que podía sin dejar de preocuparse que su pelo o sus ropas se mojaran. Los poetas, las musas, los autores y cantantes recitan que aman la lluvia y sin embargo se cubren de ella. No me sorprende, si son capaces de ignorar el llanto de un niño, lógico es que no les preocupen las lágrimas del cielo. Ves al mundo a tu alrededor, guerras, hambre, dolor, política, calles plagadas de pobreza. ¿No nos damos cuenta, acaso?

Seguí caminando, en uno de esos días en que no me interesa qué hora es, que pasen los segundos pero aprovecho eso para darme cuenta que el mundo en el que vivo ahora no es el mismo que conocieron mis padres, mis abuelos y mis ancestros. Una estela de humo negro me llenó los pulmones y volví a caer en la misma idea, no es igual. Dejé que la lluvia me mojara un tiempo, poco importaba si contraía un resfriado luego, quería sentirme viva en esta ciudad. Ciudad de sombras, de desconocidos, de gente que veo gris y no comprendo. ¿Qué me está pasando?

Me senté en un banco solitario, algo empapado he de decir, aún pensando en distintas cosas. Fijé mi vista en una niña de quizá unos 3 o 4 años, tenía un vestido de invierno algo grande para su edad, iba corriendo haciendo salpicar a toda la gente que iba a su lado, su padre iba detrás de ella con una sonrisa. Yo, sonreí. Pareciera que su vida apenas empezaba, sus pequeños pies ansiaban avanzar y sentirse parte de ese lugar, reconocían el suelo poco a poco, tanteando si era bueno. Su piel aprendía qué era la lluvia, cómo se sentían las gotas en su nariz pero cuando alzó las manos esa visión de felicidad se me resquebrajó. Sólo poseía una mano, la otra no existía, sólo era un espacio en blanco cubierto por un muñón nada bonito. Se me ahogó la respiración.

Tragué saliva sabiendo que esa imagen se me quedaría un tiempo, su padre la veía con los ojos más amorosos que recuerdo y su pequeña hija seguía jugando en el agua. Pensé en todo lo que le esperaría de vida, las cosas que pasaría y posiblemente que cuando llegue a la adolescencia, tendría complejos. Bajé la vista hacia mis manos y ahí estaban ambas caladas por el frío. Una gota de lluvia cayó entre mis dedos y jamás había agradecido tanto porque sucediera. Examiné mis dedos, estaban cubiertos de heridas por cosas que suceden en esta vida, pero en ese momento dolieron mucho más que antes. Para cuando levanté la vista, el padre y la niña se habían perdido en la niebla fría.

Llegué a casa y encendí el ordenador, me conecté a la única canción que ha conseguido traerme a la realidad desde ayer, aún hacía frío. "Best Day Ever" de Mac Miller, no soy partidaria del rap pero tiene algo que hace que mis ojos se cristalicen. Me coloqué los cascos a todo lo que da, ahí entre sombras y gotas de agua dulce escribí las primeras palabras "El millor día siempre..."